Los datos del Censo 2022 son contundentes: el 65 % de la población del Valle de Lerma habita viviendas con techos de chapa en condiciones precarias, sin losa, sin aislamiento térmico, sin terminaciones básicas. Y en muchos casos, además, sin servicios esenciales como agua corriente o electricidad segura.
Lo preocupante no es el uso del material en sí —la chapa puede formar parte de construcciones modernas, resistentes y bien planificadas— sino la manera en que se la implementa en barrios populares y zonas aledañas: como una solución improvisada, sin estructura ni protección, que termina convirtiéndose en permanente.
Lo que nació como respuesta de emergencia o transitoria, hoy es el techo definitivo de miles de familias. Pero no protege del frío en invierno ni del calor sofocante en verano. No hay aislación, ni confort, ni condiciones mínimas de salud y dignidad habitacional.
El Valle de Lerma creció entre un 56 % y un 32% desde 2010. Sin embargo, ese crecimiento se dio sobre una base frágil, con urbanizaciones sin cloacas, sin agua constante, sin servicios públicos básicos. La vivienda digna no debería ser un privilegio. Y un techo mal instalado, sin acompañamiento estructural, es la muestra más cruda del abandono y la falta de planificación del Estado.
Valle de Lerma Hoy