Ríos contaminados, diques degradados y rutas convertidas en vertederos improvisados. Esa es la postal que deja la irresponsabilidad de muchos municipios del Valle de Lerma, donde la falta total de gestión ambiental se ha vuelto una norma y no la excepción. La inacción, el desinterés y la ausencia de planificación han permitido que la crisis ambiental se agrave sin que ningún intendente se atreva a enfrentarla con la seriedad que exige. También se suma la poca conciencia de cuidado ambiental que tienen algunos vecinos.
Campo Quijano, Rosario de Lerma, Chicoana, El Carril, La Merced, Cerrillos y Coronel Moldes comparten una misma realidad alarmante: ninguno ha implementado una política integral para el tratamiento de residuos. Los microbasurales proliferan sin control, la quema ilegal de basura se ha naturalizado y los ríos —verdaderas fuentes de vida para la región— reciben residuos sin ningún tipo de tratamiento.
En Chicoana y El Carril, los basurales están directamente al borde de los ríos, un atentado ecológico que se mantiene a la vista de todos, sin que ninguna autoridad actúe. En La Merced, pese a depender del vertedero de San Javier, se sigue arrojando basura en espacios verdes y cuerpos de agua como si fueran cloacas públicas. Coronel Moldes y La Viña comparten un sistema de tratamiento que, lejos de ser una solución, apenas disimula la falta de políticas sostenibles.
El problema de fondo es estructural, pero también es político. No hay un vertedero regional porque no hay voluntad de los gobiernos locales para impulsar uno. No hay control ni sanciones porque las autoridades prefieren mirar hacia otro lado. Y no hay educación ambiental porque tampoco hay interés en fomentar una ciudadanía consciente. Mientras tanto, los municipios siguen derrochando recursos públicos para trasladar residuos a Salta Capital o, peor aún, se resignan a convivir con basurales a cielo abierto.
Valle de Lerma Hoy
