La imagen es clara. En los municipios del valle no hay obras de envergadura, apenas algunos cordones cuneta que se presentan como grandes logros y la reposición de luminarias que se anuncia como si fuera desarrollo. Más allá de eso, nada nuevo bajo el sol. Los vecinos lo saben y lo dicen con bronca: la gestión local está paralizada.
Los jefes comunales justifican la inacción con un argumento repetido: “no hay plata, todo es culpa de Milei”. Pero la gente ya no se conforma con explicaciones. La falta de recursos nacionales no puede esconder una ausencia total de ideas, gestión y planificación local. Los intendentes parecen haberse resignado a administrar la pobreza: levantar la basura, pagar sueldos y esperar la coparticipación.
En los últimos años, el Valle de Lerma no vio obras estructurales, ni avances en servicios básicos, ni políticas que apunten al desarrollo. Las comunas dependen por completo del envío de fondos provinciales o nacionales y, aun así, ni siquiera se percibe voluntad de gestión o creatividad política.
A diferencia de lo que ocurre en otros niveles de gobierno, donde se intenta renovar cuadros y probar nuevos nombres, en los municipios todo sigue igual. Los mismos funcionarios, los mismos gabinetes, los mismos discursos. Pareciera que quien entra al gabinete tiene asegurado su cargo por cuatro años, sin importar resultados ni compromiso.
La política local se volvió una maquinaria de supervivencia personal, desconectada de la gente. No hay proyectos, no hay visión, no hay autocrítica. Y mientras los intendentes repiten consignas de apoyo al gobernador, los vecinos miran alrededor y ven abandono: calles rotas, servicios precarios y una pobreza que avanza sin freno.
El Valle de Lerma necesita gestión, no excusas. Necesita dirigentes con la capacidad de escuchar y de hacer, no funcionarios aferrados al poder por costumbre. Porque mientras los intendentes se ocupan de la foto política, la gente sigue esperando un gobierno que gobierne.
Valle de Lerma Hoy
