
El 90% de los infractores fueron mayores de edad, aunque también se detectaron adolescentes entre 16 y 17 años. Y la multiplicación de los borrachos genera un efecto dominó, peleas callejeras, violencia familiar y una sensación de inseguridad que ya no proviene únicamente del delito, sino de la pérdida de control social.
Lo cierto es que el alcohol es un factor silencioso pero determinante de la violencia cotidiana. Hoy, la inseguridad no solo la provocan quienes delinquen con armas, sino también quienes, bajo los efectos del alcohol, se transforman en una amenaza para sí mismos y para los demás. Los violentos se vuelven más violentos, y los inadaptados, aún más inadaptados.
La llegada de la primavera y el calor del verano suelen multiplicar estas conductas y espacios que deberían ser de recreación y vida saludable, cómo las canchas terminan siendo foco de violencia y borrachos. Y lo que para muchos empieza como una “previa” o un “tercer tiempo” termina en peleas y disturbios.
En un contexto donde las políticas preventivas parecen no alcanzar, el consumo desmedido de alcohol se está volviendo un síntoma visible de un problema mucho más profundo, la descomposición del tejido social y la falta de límites. Los operativos del fin de semana en Rosario de Lerma dejan más que números, dejan en evidencia una sociedad que naturaliza el exceso y que confunde libertad con descontrol.
Valle de Lerma Hoy
