
Según denunciaron vecinos, el animal llevaba varios días en ese estado, con heridas abiertas ya invadidas por gusanos, expuesto de manera permanente al sol y sin posibilidad de moverse. Lejos de tratarse de una situación desconocida, los vecinos realizaron reiteradas denuncias, tanto formales como públicas, y hasta interpelaron al dueño para que brindara asistencia veterinaria urgente. Nada ocurrió.
La desidia fue absoluta. El responsable del animal no solo ignoró los reclamos, sino que permitió que el sufrimiento se prolongara hasta un punto irreversible. Cuando intervino la Policía Rural, ya era tarde. Un médico veterinario determinó que el caballo se encontraba en condiciones incompatibles con la vida, por lo que se tomó la decisión de practicarle la eutanasia, como único acto posible para poner fin a su agonía.
Este no sería un hecho aislado. Vecinos aseguran que no es la primera vez que el mismo individuo abandona animales en condiciones similares, lo que agrava aún más la responsabilidad. La ayuda llegó, sí, pero demasiado tarde. El caballo murió no por una enfermedad inevitable, sino por el abandono, la indiferencia y la falta de humanidad.
Valle de Lerma Hoy
