
Porque el 26 define mucho más que seis bancas: define quiénes llegan con oxígeno al 2027 y quiénes se quedan sin aire antes de tiempo. Y el veredicto ya está escrito: La Libertad Avanza se impuso en casi todo el Valle de Lerma, en el total de las jurisdicciones. Segundo quedó Primero los Salteños, y más atrás, los sellos tradicionales que ya ni siquiera entusiasman a su propia tropa.
El voto fue más nacional que provincial. La gente no votó intendentes, ni diputados locales: votó una bronca. Una reacción frente a lo mismo de siempre. Y eso se notó en cada urna.
Hoy, las caras largas se repiten en los bunkers oficialistas. Nadie lo dice en voz alta, pero el pase de facturas ya empezó. Desde el Gran Bourg miran con recelo a varios intendentes del Valle: “¿Dónde estuvo la estructura?”, se preguntan. La estructura estuvo. Salió a la calle. Gastó. Movilizó. Pero perdió contra algo que no se compra: las redes, la rabia y el desencanto. El aparato millonario volvió a chocar contra un dato que el poder todavía no digiere: ya no se trata de repartir bolsones, sino de interpretar el humor social. Y el humor social esta vez eligió gritar fuerte, incluso sin saber bien hacia dónde.
Hay grandes ganadores, sí, pero también derrotados que todavía no se animan a hacer las cuentas. Algunos ya piensan en cómo despegarse, otros en cómo sobrevivir. Y todos saben que lo que pasó el 26 no termina ahí: recién empieza a escribirse. Porque sí, el 26 condiciona. Y mucho. Porque en política, como en la vida, no gana el que grita más fuerte, sino el que sabe leer a tiempo cuándo se apaga la luz
Valle de Lerma Hoy
