
A menos de 30 días para las elecciones, los intendentes oficialistas empiezan a sudar frío. Desde el Gobierno Provincial se bajó una orden tajante: hay que ganarle sí o sí a Milei en el Valle de Lerma, pero en el territorio las cuentas no cierran. Muchos referentes locales reconocen en voz baja que, con suerte, aspiran a un segundo puesto, algo que podría servirles para salvar la ropa pero que sería leído como un fracaso en la provincia.
La situación se torna aún más áspera porque los intentos de disciplinamiento político ya no surten efecto: amenazas de cortar la coparticipación, frenar obras o dejarlos afuera de futuras candidaturas son moneda corriente. Sin embargo, los intendentes aseguran que no pueden pedir votos en barrios donde las promesas nunca se cumplieron: no hay obras, no hay recursos, y la gente exige respuestas inmediatas a cambio de apoyo.
En ese contexto, el oficialismo enfrenta un dilema peligroso: si no gana en el Valle de Lerma, se avecina una cacería interna, con intendentes apuntados por su falta de gestión y con la sombra de perder respaldo para sus propias reelecciones en 2027. El tufillo que flota en el aire es inevitable: ¿estamos frente a un nuevo cementerio político para el oficialismo o el aparato provincial logrará, a último minuto, revertir una tendencia que parece irreversible?
El 26 de octubre se sabrá si en el Valle del Lerma se escribe un capítulo más en la historia de derrotas peronistas o si, contra todos los pronósticos, el oficialismo logra resucitar en un territorio donde la gente parece haberle dado la espalda hace tiempo.
Valle de Lerma Hoy