Ecocidio anunciado en la Ruta 51: Minería sin protocolo, pobladores en riesgo

La Ruta Nacional 51 volvió a abrirse al tránsito después del último aluvión, pero la postal que dejó la tormenta dice más que cualquier parte oficial: un camión cargado de bórax, detenido en medio de la creciente del río en la Quebrada del Toro, rodeado de agua turbia y sin un solo funcionario controlando qué pasaba con esa carga sensible. Una escena repetida, casi rutinaria, en el corredor minero más frágil del norte, donde la actividad extractiva avanza sin protocolos y la población observa impotente cómo se pone en riesgo su territorio y su salud.

La alerta la dio la Red de Lucha Socioambiental de Salta, que denunció que el camión quedó atrapado por la crecida cerca de Alfacito y que durante horas no hubo presencia oficial: ni Ambiente, ni Minería, ni Seguridad, ni Defensa Civil. Solo Vialidad intervino después, cuando bajó el nivel del agua, para despejar la traza y mover el vehículo. Pero no hubo un informe público que aclarara si la carga sufrió daños, si hubo filtraciones, ni si el bórax —un compuesto que requiere manipulación cuidadosa y puede contaminar cursos de agua— estuvo en contacto con el río.

La RN 51, además de ser una vía de conexión estratégica con la Puna, se transformó en una ruta saturada por camiones mineros: bórax, carbonatos, químicos, insumos para extracción, litio, salmueras. Y, al mismo tiempo, es una de las rutas más frágiles del país, con socavones, desmoronamientos, terraplenes erosionados y defensas destruidas. Cada lluvia genera aluviones que arrastran vehículos, cortan el tránsito y dejan a pobladores aislados durante horas o días.

En ese contexto, que un camión con material químico quede varado en un río no es un accidente aislado: es la consecuencia lógica de una infraestructura colapsada y de una ausencia total de protocolos ambientales para el tránsito minero. En los últimos años hubo derrumbes que volcaron camiones, derrames que quedaron en banquinas durante días y episodios que nunca fueron informados oficialmente. Las empresas pasan, descargan, avanzan. El Estado limpia la ruta y calla.

Mientras tanto, los que viven en la Quebrada del Toro, en Santa Rosa, Las Cuevas, Tastil o San Antonio de los Cobres, conviven con un modelo extractivo que promete desarrollo pero deja contaminación, humedales destruidos, agua comprometida y caminos cada vez más peligrosos. Lo que se presenta como progreso es, para muchos, ecocidio. Y cuando las comunidades quedan expuestas sin protección, eso también es violencia ambiental, una forma silenciosa de genocidio territorial.

Vialidad informó la habilitación total de la RN 51 y recomendó circular con precaución por presencia de maquinaria. Pero ninguna habilitación cambia lo esencial: la ruta sigue siendo un corredor minero sin reglas, donde cada tormenta vuelve a exponer la misma escena, camiones atrapados, ríos desbordados, pueblos vulnerables y silencio oficial.

Valle de Lerma Hoy


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