
Durante treinta días, Lorena recorrió oficinas, hizo llamados, presentó notas, denuncias y medidas cautelares. Su desesperación crecía al mismo ritmo que la indiferencia. “Llamaba todos los días y me decían lo mismo: ya está autorizado, ya está comprado”, contó. Pero el respirador nunca aparecía. Recién cuando decidió hacer pública su historia y exponer su lucha en los medios, la obra social OSPRERA finalmente entregó el equipo. Y la realidad es que el respirador no llegó por ningún milagro ni por ayuda de las autoridades. Llegó porque Lorena nunca se rindió.
Por eso Lorena criticó la falta de empatía y compromiso político: “Las autoridades me mandaron mensajes, pero nadie se movió. Me hubiera gustado que se acercaran a la obra social, que ayudaran a empujar para que cumplan con lo que por ley le corresponde a mi hija”. Hoy, con el respirador finalmente en casa, Lorena agradece a quienes difundieron su historia. “No lo hice por mí, lo hice por mi hija. Ella lo necesita para vivir”, explicó.
Valle de Lerma Hoy
 
                     
    
