
La autodenominada protesta, que supuestamente buscaba repudiar clausuras y controles municipales, pareció más una reunión improvisada de barra bravas desorientados que una manifestación de trabajadores formales. Algunos de los presentes optaron directamente por refugiarse en la sombra, mientras otros simulaban agitar un par de carteles a medio escribir.
El “líder” de la convocatoria, un comerciante con prontuario por vender carne podrida y usurpar locales en el barrio Los Pinares, prefirió mantenerse al margen, literalmente, se escondió al fondo, bajo un árbol, lejos de las cámaras y de los pocos que respondieron a su llamado. Ni batucada, ni multitud, ni reclamos genuinos. Solo un pequeño grupo que pareció olvidar la causa y también las gorras, porque varios terminaron más insolados que indignados.
Así, la tan promocionada marcha se desinfló antes de empezar. Una postal perfecta del absurdo, los que vendían carne podrida marchando contra los inspectores que los clausuraron… y ni siquiera con fuerza suficiente para sostener un cartel al sol.
Valle de Lerma Hoy