
La secuencia fue brutal y humillante. La esposa bajó desesperada al escuchar la explosión, la hija salió al balcón y alcanzó a ver humo y al vehículo agresor escapando como si nada hubiese pasado. El conductor huyó marcha atrás, ignorando los gritos de la familia. Pese a los intentos de detenerlos, el auto se perdió rápidamente en la esquina.
La familia, indignada, decidió seguirlos en otro vehículo. La huida no fue limpia: el auto de los jóvenes chorreaba aceite y agua por la calle, hasta que se resguardaron en una vivienda de calle 20 de Febrero al 600, domicilio de la novia de uno de ellos. Allí intentaron esconderse, dejando en claro que no se trataba de un accidente aislado sino de una cobarde fuga.

Mientras tanto, el pedido desesperado al 911 no encontró respuesta inmediata: no había móviles policiales disponibles, ya que estaban afectados a cubrir “adicionales” en una bailanta. El retraso fue indignante y dejó a la familia sola en un momento de máxima tensión. El episodio sumó un detalle insólito y revelador: al intentar limpiar y mover la camioneta, los damnificados descubrieron que la patente de los jóvenes había quedado incrustada en el vehículo. Horas después, fue necesaria la intervención policial para retirarla, lo que se transformó en la prueba irrefutable de la autoría.
A esta altura, el bochorno es total: los jóvenes no tenían seguro al día, huyeron de la escena, se escondieron en la casa de una novia y recién después, presionados por la evidencia, se comprometieron de palabra a reparar los daños. “Del dicho al hecho, hay mucho que ver”, advirtió Marta Leiva dueña del vehículo siniestrado.
Valle de Lerma Hoy