Las llamas volvieron a arrasar el Valle de Lerma, y esta vez el fuego no llegó solo con el viento seco ni con el viento “Norte” de agosto. Llegó empujado por la irresponsabilidad, por terrenos llenos de basura, por pastizales que nadie se molestó en limpiar, por la desidia sistemática de propietarios que siguen apostando a la indiferencia mientras el resto pone el cuerpo.
Durante las últimas jornadas, los incendios de campos se multiplicaron en distintos puntos de la región, con focos simultáneos que obligaron a desplegar todos los recursos disponibles. El humo, visible a kilómetros de distancia, cubrió campos, rutas y zonas pobladas. Pero lo más grave no fue el paisaje apocalíptico: fue saber que gran parte de estos incendios fueron evitables.
“No se trata solo de una obligación legal, se trata de humanidad”, lanzó el intendente de Campo Quijano, Lino Yonar, tras dos días de recorridas y asistencia directa en las zonas afectadas. El jefe comunal fue categórico: los incendios más peligrosos fueron provocados por la basura y la falta de limpieza en terrenos privados. Baldíos abandonados, convertidos en trampas mortales para el fuego.
La municipalidad —con recursos limitados— desplegó camiones de riego y cuadrillas de emergencia. Pero como dijo el propio Yonar, la respuesta oficial no alcanza si la comunidad no toma conciencia. Y la verdad es que muchos propietarios, comerciantes y vecinos simplemente no hacen lo que les corresponde.
Hoy el fuego no fue solo un fenómeno natural. Fue el reflejo ardiente de una comunidad que aún no termina de entender que la prevención no es optativa. Es una responsabilidad compartida. Y cuando no se cumple, el precio lo pagan los mismos de siempre: los que sí trabajan, los que sí cuidan, los que sí arriesgan la vida.
Valle de Lerma Hoy